septiembre 20, 2013

De lo que me acuerdo vivimos en Los Cabos el 11 de Septiembre de 2001.

  Esto que ahora te cuento ocurrió hace doce años, en 2001, la zona turística de Los Cabos había comenzado, apenas pocos años antes, a cobrar forma. Eran ya afamados sus campos de golf y el nivel de atención que se les daba a los huéspedes de los hoteles que, poco a poco se iban refinando más y más, sus estádares comenzaba ya a compararse con los de más alto nivel en el mundo.

  Era el mes de Septiembre, el cual se sabía en la zona, era el peor del año pues, por un lado la temperatura se incrementaba a niveles en ocasiones intolerables debido a que era el mes en que normalmente aumentaba el nivel de humedad y el calor se volvía sofocante, por consecuencia eran más bien pocos los turistas que llegaban. Colquialmente muchos se referían a ese mes como el de "septihambre" pues quienes primero lo resentían eran todos aquellos cuyos sueldos se basan, especialmente en las propinas.

  Era un martes, día en el que, lo sabemos bien, es cuando menor tráfico hay en el Aeropuerto pues los visitantes de fin de semana ya se habían retirado y los que seguían lo harían hasta el jueves, así que, muchas de las aerolíneas bajaban sus operaciones en esos martes, más aun en los de septiembre, como quiera, aunque pocos vuelos habría algunas llegadas y otro tanto de salidas ese día.

  En los hoteles todo marchaba a su paso normal, el turno "de la noche" estaba por terminar y una buena cantidad de colaboradores enfilaban a sus hoteles para iniciar puntualmente a las 7 de la mañana de ese, al parecer, aburrido martes cotidiano, otro martes más que, a la larga, se volvió el martes que hizo sacudir a buena parte del mundo.

  Mi trabajo consistía en organizar los servicios de transportación de una agencia de viajes cuyos clientes eran casi en su totalidad, venidos de los Estados Unidos. La rutina estaba muy bien establecida, siendo el mes más bajo en el año, serían más bien pocos, contados con una mano, los turistas que tendrían que estar listos a las siete para ser trasladados al Aeropuerto. Mi día apenas comenzaba, el calor intenso que tendríamos a lo largo del día mitigaba un poco a esa hora de la mañana. También a las 7 comenzaba el noticiero local en la única estación de radio. Luego de varios minutos la noticia se dio: un ataque terrorista en Nueva York. Efectivamente, comenzaba el 11 de Septiembre de 2001.

  Pensé que eso nos podría traer, en lo corto, alguna consecuencia, así que mejor apresuré el paso y me bañé y me alisté para ir a la oficina, llegar un poco antes de las 9 que habitualmente la abríamos, para ese momento las imágenes que veíamos en la Televisión no eran otra cosa más que un avión que, a baja altura enfilaba directo a una de las Torres Gemelas del World Trade Center y se estrellaba.... al poco vendría la transmisión en directo del choque de otro avión contra la segunda Torre. El desastre lo teníamos "en vivo y a todo color". Desconecté el televisor, lo metí al auto y me fui a la oficina.

  Poco a poco llegaron uno y otro de los colaboradores. En los hoteles no había información, en el aeropuerto tampoco, solo se decía que, al parecer, no habría vuelos ese día de los Estados Unidos hacia Los Cabos. Fue la primera y creo la única ocasión en que vi a los turistas norteamericanos amedrentados, sin su habitual dejo de superioridad, sin el habitual palmeteo sobre el escritorio o mostrador cuando algo no les es favorable, sin las exigencias de hablar con el gerente ("I want to talk with the Manager"), todos esperando la noticia que se diera por la televisión, fuera en CNN en inglés o por el Canal de las Estrellas en español.

  Al final se dio, quedaban canceladas las operaciones aéreas de y hacia los Estados Unidos. Los vuelos nacionales operarían en forma regular. Pero para salir de México, hacia los Estados Unidos, no había posibilidad alguna por ningún lado. Rostros desencajados, interrogantes. Recuerdo a un norteamericano, moreno, que venía de Atlanta, me dijo que si no llegaba ese día a su ciudad perdería su trabajo pues se vino, "de escapada" para la playa por un fin de semana solamente. 

  Hubo quien se atrevió a llevar turistas, cruzando los 1711 kilómetros que separan a Cabo San Lucas con Tijuana para que, estando ya en San Diego pudieran desplazarse a su lugar de origen. Durante una semana no hubo ni llegadas, ni salidas en el Aeropuerto en vuelos internacionales, luego las cosas comenzarían a tomar su rumbo, más bien, luego comenzarían a evacuar la zona y Los Cabos se volvería con una casi nula afluencia de visitantes.

  Ese día, serían las once de la mañana cuando uno de los choferes llegó a la oficina y me dijo, nadie sabe nada, nadie se puede ir, el Aeropuerto no está recibiendo a nadie. Qué vamos a hacer?  me preguntó. Pues nada, dije, solo esperar.

  Y esperamos, solo que, para nuestra desfortuna, para el 29 de septiembre, pegaría un huracán. Ahora sí, el desastre era total pues, ni había siquiera manera de sacar dinero, pues como no había luz, no había sistemas operativos en los Bancos, los cajeros no funcionaban y, por si esto no fuera suficiente, al poco, el efectivo, los billetes y las monedas se acabaron. Ahora si estábamos inmersos en el caos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario